miércoles, 6 de febrero de 2008

EL EXPEDIENTE DELMI

Los sentimientos de Delmi eran muy encontrados. Por un lado el cariño incontrolable que sentía hacia sus hijos y por otro el odio y rencor que sentía sofocar lo mejor de sí misma, hacia su marido. Desfiguraba su rostro el solo recuerdo de -ahora considerado absurdo- voto que, pese a los años transcurridos, resonaban en sus oídos… “hasta que la muerte los separe”.
El expediente de Delmi guardado en una gaveta del Instituto Psiquiátrico en el que la internaron cuando quizás ya era tarde para un tratamiento positivo, cuando musitaba incoherencias, que, obviamente encubrían sus tremendas heridas psíquicas. Pese a lo que los especialistas diagnosticaban con académicas razones lo incurable consigo misma: -“Mi querido hijo, cuando le quiero dar mi versión de mi desesperación me pone un dedo sobre mi boca para acallarla y trata con dulzura explicarme que lo mío es anecdótico, cosa pasada, que “ya fue” o que “imagino” cosas. Yo creo que si me escuchara, me dejara hablar, me diera lugar a desahogar esta rabia que me produjeron tanto trabajo, tanto silencio, tanta mirada burlona que mi educación no podía responder ni admitir, si alguien, por ejemplo el Psiquiatra no jugará con su bolígrafo cuando yo le hablo y tan si quiere mirara directo a mis ojos, comprendería que el ser humano por más adiestrado que hayan sido dotados con los dones conque durmamos no puede subsistir dormir tres horas por día durante… ¿incontrolables años?... ¡años!
-Pero yo estoy preparada para callar… no hablar por que de lo mucho que hay en el corazón habla la boca… y eso es, preparar el meollo para feas situaciones. Ahí está… me salió de un tirón.
La muerte de él, el marido de Delmi, no atenuó para nada la situación creada en el Instituto. Ella seguía como en una nebulosa y lo único que denunciaba su intensa vida interior, era la mirada: profunda, oradante, inquisitiva, a veces escalofriante. Pero todos parecían ignorar estos indicios. Los medicamentos se repetían irrespetuosamente hasta que Delmi, por cuenta propia, dejó de ingerirlos. Los escondía y tiraba puntualmente.
Amaneció un día en que Delmi volvió a tomar conciencia de lo que pasaba a su alrededor. Su entorno absoluto se evaporó y liberó su mente. Su vida interior afloró como aflora con tremendo impulso el oro negro del seno de la tierra, se enriqueció todo lo vital de su cuerpo y sintió la vida correr por sus venas y arterias como un himno jamás escuchado hasta ese momento.
Sabiamente comenzó a mostrar su nuevo estado de a poco, cautamente.
Delmi volvió a soñar. ¡Tanto tiempo de obnubilación!
Volver a su querida casa. Su amplia cama junto a la ventana y a mirar y admirar esa estrella roja que solía desvelar su descanso. ¡Ahora, Señor, que alegría no dormir por observar su lenguaje de luces!
-Ay Delmi, Delmi, todavía la estrella es tuya, es tu guardiana, todavía estás viva.

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